domingo, 24 de enero de 2016

El tiempo, ese amante esquivo

Cuando estaba en la universidad, hube de dejar muchas actividades que, por gusto, habrían estado entre mis favoritas para ocupar mi descanso, pero tenía tanto que hacer que escogí dedicarme a mis labores. Responsabilidad sobre asueto. Cuando termine la universidad, ya haré lo que quiera, pensaba. 

Cuando acabé la universidad, llegó el momento de los másteres, del doctorado y de la tesis, y mi escaso tiempo libre se me escapó entre los dedos como la arena de un reloj roto. No pasa nada, pensé, esto supondrá un cambio en mi vida, me gusta dedicarme a ello y me asegurará un buen futuro. Cuando termine la tesis, voy a vivir como no he vivido, pensé. 

Llegó entonces el último año de trabajo y, dadas las terribles circunstancias de nuestra economía, tuve que cambiar de línea de estudio e investigación y prepararme unas oposiciones que nada tenían que ver con la formación en la que yo me había desarrollado durante casi diez años. Ese curso, el primero en que, además, me había independizado, vi mi vida social reducida casi a cero para preparar unas oposiciones exigentes, duras y complicadas, que no me aseguraban un futuro, pero a las que debía dedicar todo mi esfuerzo y mi tiempo. Cuando sea profesora (y funcionaria), ya tendré tiempo de leer, de ver películas, de ir al gimnasio. 

Acabó el año, acabó mi formación (aun sin terminar la tesis), y acabó mi salud (pues todo tiene un precio), pero el resultado fue un trabajo de por vida en un campo que me apasiona y en una disciplina que, sin ser aquella con la que siempre había soñado, me llena y me satisface. Pensé que había llegado el momento de leer, de disfrutar, y pasé un agosto de asueto donde las páginas volaron ante mis ojos, donde mi cuerpo intentó convertirse en un sano recipiente para mi mens sana, donde recordé todos esos tópicos de los profesores vagos, que tantas vacaciones tienen, cuya jornada laboral es de 8 a 14 ¡y sin dar todas las horas!, y pensé que, quizá, alguna de esas ventajas podría aplicarse a mí. 

Hoy apenas leo, de escribir ni hablamos, ni mi cuerpo ni mi mens están todo lo sanos que deberían, y el tiempo sigue siendo un esquivo amante que se niega a envolverme en sus brazos. Pero ya no hay futuro que esperar, ni cambios que desear. Mindfulness, me dicen. Tiempo, me digo yo, y salud. Porque cuando el tiempo me ofrece un efímero respiro, mi salud se niega a colaborar y me veo débil, como con un mal de siècle que no se acaba y que no consigo controlar. 

Quousque tandem, me pregunto. Te misere, me mira Cronos. Y en la absurda contradicción que es ver al titán hablándome en la lengua de Tiberio, cierro los ojos y me vuelvo a mis tareas. 

Algún día. 

S.

No hay comentarios:

Publicar un comentario