Hola
de nuevo a los opositores.
Ya
estamos en septiembre, nuevo curso escolar. Siempre he mantenido, y mis
biorritmos me lo confirman, que mi calendario vital se rige por la vida
escolar. Desde que era pequeña he estado vinculada al mundo de la escuela,
primero como alumna, después como becaria y doctoranda, y por último como
profesora. Por eso, mi “año nuevo, vida
nueva” empieza el 1 de septiembre. Eso significa que, de cara a las
oposiciones, es también el momento de empezar.
La
clave del éxito, como en todo en la vida, es la organización. Conviene saber
siempre muy bien qué se está haciendo, por qué y, sobre todo, cómo se va a
hacer. Eso significa que, para lograr eficacia y un rendimiento positivo, este
es el momento de organizar y planificar el curso que viene para que, cuando llegue
junio, no tengamos que lamentar habernos organizado malamente.
Lo
primero que hay que recordar son algunas cuestiones clave y, por otro lado, si
lo pensáis, bastante evidentes. Por norma general, a la hora de estudiar hay
varios pasos a seguir: lectura, comprensión, subrayado, esquema y,
por último, memorización. Este
último paso, la memorización, no implica el aprendizaje de memoria y como un
loro sin entender. Siempre tenemos que saber qué estamos estudiando, y
debemos ser capaces de explicarlo con nuestras propias palabras, pero es cierto
–y lo he visto en varios blogs de preparación de oposiciones, y lo he
experimentado en mis propias carnes- que cuando se llega al examen no se tiene
tiempo de ponerse a pensar y plantearse cómo se va a redactar el tema, sino que
se debe tener todo tan interiorizado que casi salga solo. Por eso, en parte,
creo que sí hay que memorizar. No sé si memorizar hasta el punto de saberse de
memoria puntos y comas, pero tal vez sí saber muy claramente qué se va a decir
y en qué orden y, después, “improvisar”. Y lo escribo bien entre comillas,
porque no será una improvisación ex
nihilo, sino sobre un intenso trabajo previo.
En
cualquier caso, la fase de memorización no puede (o no debe) hacerse lo
primero. Para cuando lleguen junio y el examen, la información que quedará en
la mente será escasa y poco fundamentada. Os voy a contar cuál fue mi
organización, por si os sirve de orientación o guía, aunque después seáis
vosotros quienes establezcáis vuestro propio plan de trabajo. Para ello hay que
conocerse muy bien; yo sé que estudio mejor bajo presión, sé que quería tener
el último mes íntegramente libre para estudiar, con todo lo demás cerrado y
terminado, así que así me organicé:
1. Antes de Navidad: lectura de temas. Comencé por
el tema 1 para sentar una base amplia, y me leí y subrayé todos los temas hasta
el 14 (yo a estas alturas compatibilizaba con trabajo, tesis y casa, supongo
que como muchos de vosotros, que tengáis también vuestras labores). De estos
temas, fui seleccionando los que más me convencían, los que más fáciles me
parecían y los que creía que sería capaz de defender con mayor soltura en un
examen. Esos los resumí y los dejé preparados para la fase final. Yo, en este
nivel, subrayo sobre el tema, pero después resumo a mano, porque me ayuda a
quedarme con información. Para cuando llegué al 14, los temas de sintaxis me
parecieron más complejos sin tener una base teórica bibliográfica previa (yo
soy de Clásicas, y he estudiado la carrera de Teoría de la literatura, pero no
Hispánicas, así que la sintaxis latina, de lo que daba clases, bien, pero la
española…), por lo que opté por dar un salto temático y seguir preparando
temas, pero esta vez ya a mi elección.
2. Post Navidad: el salto me llevó a los temas de
géneros literarios. He hablado ya enotra entrada sobre cuántos temas y cuáles me estudié. Elegid siempre los
que mejor se os den. Pensad previamente dos cosas: si hay alguno que os sabéis
super bien, dejadlo para el final. Imaginad que sois expertas en El Quijote. Para ese tema lo único que
os va a hacer falta será un repaso general y un esquema orientado al examen (de
cómo hacer un examen para oposición, con un nivel adecuado, hablaremos más
adelante). Por eso es preferible dejarlo para el final. No os va a quitar tiempo
de estudio, y sí os servirá para trabajar en algo diferente en momentos de
repaso. Yo me dediqué a los temas de géneros y los trabajé como los anteriores.
Después opté por saltar a los del texto como unidad comunicativa y sus rasgos y
a las tipologías textuales, que podría aprovechar para el comentario de texto. En
este momento, además, empecé a leer obras de literatura (aunque no estudié
temas hasta final de curso), empezando por la edad media: Sendebar, Libro de Apolonio,
Libro de Alexandre, Berceo, etc. Leer
obras, junto con sus introducciones críticas, te da una base de datos básica
(la información con la que te quedas de esa lectura) y, lo que es más
importante, una opinión de primera mano de la obra. Yo ahora podría hablar del Sendebar aun sin haber estudiado teoría
sobre él, sobre los temas, estructuras y opinión, por habérmelo leído. No puedo
citar a ningún autor más que a la editora y redactora de la introducción (y no
es poco), pero sí hablar con pasión del episodio del marido, la esposa y el loro,
que me pareció fantástico. Leed, no busquéis opiniones de autores sobre obras, id a las obras.
3. Semana Santa: llegado este punto, ya habían
salido las convocatorias de oposición y sabíamos en qué iba a consistir el
examen y la fase práctica. No teníamos los criterios de evaluación (que
salieron en junio), pero sí los requisitos técnicos que debían cumplir la
Programación Didáctica y las Unidades. Por eso, para dejarlo hecho, me puse con
la Programación. Según había ido estudiando, ya me había planteado cómo quería
que fuese mi Programación. La clave es la organización de los contenidos y las
unidades, con los criterios de evaluación y la metodología. Todo eso lo tenía
más o menos esbozado mentalmente, así que me puse una semana de curro intensivo
en vacaciones y lo dejé todo casi terminado. Me faltaron un par de detallitos,
que ultimé en las semanas siguientes, pero en abril yo ya tenía la programación
cerrada y un montón de temas resumidos.
4. Post Semana Santa: después, ya en fechas
cercanas al examen, pasé los temas que tenía a mano a ordenador, a modo de
repaso, y me puse a estudiar. Con la PD cerrada, solo me quedaba estudiar los
temas que ya tenía (unos 20) y, cuando los fui terminando, ampliar. Elegí los
temas de literatura y fui añadiendo contenidos a lo que ya había estudiado.
Todos los días repasaba los temas anteriores, cada día uno o dos, los decía en
voz alta y me estudiaba otro más. Iba a tema por tarde o mañana, así que acabé
bastante pronto y pude ampliar con unos cuantos temas más (y menos mal, porque
todos los temas que salieron del bingo eran de los que no había estudiado a
priori, salvo dos, que fueron de los últimos que añadí y que salieron seguidos:
44 y 45).
En
junio repasé la programación, ultimé algunos detalles pequeños y lo dejé todo preparado.
Me dediqué a repasar, a estudiar y a leer temas nuevos. Me fui leyendo los
temas de literatura para tener una idea general y preparé esquemas, por si
acaso. Ya ni resumía ni estudiaba, solamente leía y relacionaba. Tenía una base
muy amplia que ir completando, y eso era enriquecedor y me mantenía activa.
Ya
en la oposición, tuvimos el tema por la mañana y, entre tema y práctico,
descansé, comí y me relajé, pero también me leí las características de las
corrientes del siglo XX y algunas de siglos anteriores (en mis lecturas de
junio de los temas había llegado hasta el Romanticismo), siempre de cara al
comentario, que ya no es lo mismo que un examen teórico. Y nos tocó Góngora.
Clave:
no toqué las unidades didácticas hasta pasada la lectura. Ahora bien, sabía
cómo las iba a organizar y preparar, al menos el esquema teórico (Introducción,
contextualización, contenidos, etc.), y lo gordo lo había hecho ya en la
programación, así que no me preocupaban demasiado. Además, hecha una, hechas
todas, como veréis en cuanto os las mande. Pero tan pronto pasó el examen, como
había salido bastante contenta, me puse a redactar la parte ‘técnica’ de las
unidades. La nota tardó en salir, pero desde que salió hasta que nos convocaron
para la defensa, que fueron como cuatro días, centré todo mi esfuerzo en
terminar esa parte técnica y en preparar el material. No solo llevé preparadas
las unidades en su estructura, sino que además, como me daba tiempo, busqué
todos los materiales (de todas, menos de dos. Salen tres unidades a elegir una
para defender, así que podía dejar dos sin hacer, y no me dio tiempo a más).
Quería que, al decir: “Haremos un ejercicio de práctica ortográfica”, el
tribunal pudiera ver físicamente ese ejercicio, así que preparé un ejemplo de
todo lo que fuese a contar. Fue un esfuerzo ímprobo, pero a ellos les encantó.
La temática les había gustado, pero ver el material directamente es muy
enriquecedor, la verdad sea dicha. A eso hay que añadir un guión de defensa
(que también os mandaré) de la programación que redacté previamente.
Cuando
llegué a la encerrona, la dividí en dos: la primera media hora la dediqué a la
programación: repasar mi guión, que ya me sabía (por ir en orden, ya os hablaré
de ello), y preparar el material que les iba a enseñar en orden (para nada,
porque en la programación no se da material, solo en la unidad; pero lo
aproveché después); la segunda media hora la dediqué a la unidad que había
elegido: preparé un esquema análogo al de la programación y ordené todos los
materiales, tanto los de la unidad como los de otras unidades que estuviesen
relacionados. Y después me tocó defender.
El
resto ya es historia. La defensa fue genial, la nota fue genial y luego todo
vino rodado. Me habría gustado poder lucirme más en la primera parte, pero
estuve al final la 38 en la lista final de plazas, así que estoy muy contenta
con los resultados. Creo que la organización es una parte fundamental del
éxito, clave para no perderse en detalles y para que no se nos escapen los
meses. Si necesitáis ayuda para vuestro planning,
no dudéis en escribirme. Y si queréis material, lo mismo. Tenéis mi email en el
apartado de contacto y para eso estamos.
Ánimo
en el curso que llega y suerte en el proceso J
S.
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